Interacción y comunicación. Exploración teórica-conceptual del concepto de Interacción
- I.
Comunicación e interacción
social - II. Caminos para
recuperar la interacción en los estudios de
comunicación - III. Un breve
apunte sobre la Interacción en los nuevos ambientes
tecnológicos - IV. Para
cerrar… - Bibliografía
utilizada
ABSTRACT
El artículo presenta una primera
exploración teórica-conceptual del concepto de interacción. Así
mismo, aborda la presencia de los estudios sobre la
interacción en el campo académico de la comunicación, mismos
que se han visto relegados a un segundo plano dado el predominio
de estudios sobre medios de difusión
masiva.
Palabras clave:
· comunicación
· interactividad
· medios de
comunicación
· méxico
· reflexividad
La comunicación, desde sus orígenes como
disciplina, se ha asociado
casi exclusivamente al estudio de los medios de difusión
masiva (1). En este sentido, puede decirse que la mayor
parte de la producción académica
realizada desde la comunicología se ubica en una perspectiva
mediológica. Esta primera afirmación nos obliga a
plantear, para empezar, la comprensión del espacio
conceptual de la comunicología en cuatro dimensiones: la
difusión, la estructuración, la interacción y la
expresión (2). La primera hace referencia, como se
apuntaba anteriormente, a los medios de difusión colectiva.
Una segunda dimensión comunicológica se refiere a la
interacción, esto es, a la comunicación interpersonal
en sus múltiples caras, abordadas sobre todo desde las
perspectivas de la teoría sistémica, la
cibernética, y los
aportes de otras ciencias sociales como la
psicología social y la
sociología
fenomenológica. En la expresión cabrían todas
aquellas reflexiones y estudios que se enfocan al ámbito de
la forma, a las características expresivas de los textos y
discursos comunicativos. Por
último, la estructuración se presenta como el paraguas
conceptual que agrupa a todos aquellos trabajos que de una u otra
forma se centran en la dimensión macro de la
comunicación; en esta dimensión se unen las otras tres
(3).
Siendo la interacción "el corazón de una
comunicología posible" (Galindo, 2003), esta dimensión
puede ser considerada una de las más importantes para
comprender los fenómenos comunicativos. En este panorama,
pudiera parecer paradójica la casi nula presencia de
investigaciones y trabajos
que, desde el campo académico, ponen el acento en ella.
Según Jesús Galindo (2003), "la interacción cara a
cara y todo lo demás no mediático no es
comunicación en un sentido oficial". Lejos de querer dar
cuenta únicamente de esta débil presencia, nos parece
más sustancial un acercamiento de corte reflexivo y
propositivo. Es decir, primero tenemos que preguntarnos por los
principios constructivos
básicos de la interacción como dimensión
comunicológica, para luego intentar plantear las causas de
su poca presencia en el debate intelectual generado
desde el campo académico de la comunicación. Todo ello
se enmarcará en la exposición del diagnóstico de presencia
de la interacción en el proyecto "Hacia una
comunicología posible". En un último momento se
apuntarán las líneas de acción posibles, las
propuestas concretas que ayuden a un mejor y mayor desarrollo de la
dimensión de la interacción en la producción
científica sobre comunicación.
I. Comunicación e
interacción social
En sus acepciones más antiguas, el
término comunicación hacía referencia a la
comunión, la unión, la puesta en relación y el
compartir algo. Esta definición, sin duda alguna, se aleja
del asociar la comunicación casi automáticamente a la
transmisión de información a través de
un vehículo técnico: los medios masivos. Si las
primeras definiciones de comunicación apuntaban a esa
dimensión más interpersonal, más relacional, en la
actualidad parece que estas aproximaciones quedaron atrás y
no son casi tomadas en cuenta en la reflexión
comunicológica. Es por ello que nos parece pertinente
iniciar este primer momento con una reflexión extensa acerca
de la comunicación como interacción.
Es sabido que la comunicación puede
entenderse como la interacción mediante la que gran parte de
los seres vivos acoplan sus conductas frente al entorno.
También se ha concebido a la comunicación como el
propio sistema de transmisión de
mensajes o informaciones, entre personas físicas o sociales,
o de una de éstas a una población, a través
de medios personalizados o de masas, mediante un código de signos también convenido
o fijado de forma arbitraria. Y más aún, el concepto de
comunicación también comprende al sector económico
que aglutina las industrias de la
información, de la publicidad, y de servicios de comunicación
no publicitaria para empresas e instituciones. Estas tres
acepciones ponen en evidencia que nos encontramos, sin duda
alguna, ante un término polisémico
(4).
Dentro de este abanico de posibilidades, abogamos
por una definición general que entiende la comunicación
como proceso básico para la
construcción de la vida
en sociedad, como mecanismo
activador del diálogo y la convivencia
entre sujetos sociales. Desde esta perspectiva, hablar de
comunicación supone acercarse al mundo de las relaciones humanas, de los
vínculos establecidos y por establecer, de los diálogos
hechos conflicto y de los
monólogos que algún día devendrán
diálogo. La comunicación es la base de toda
interacción social, y como tal, es el principio básico
-la esencia-, de la sociedad. Sin comunicación, diría
Niklas Luhmann (1993), no
puede hablarse de sistema social: "Todo lo que es
comunicación es sociedad (…) La comunicación se
instaura como un sistema emergente, en el proceso de
civilización. Los seres humanos se hacen dependientes de
este sistema emergente de orden superior, con cuyas condiciones
pueden elegir los contactos con otros seres humanos. Este sistema
de orden superior es el sistema de comunicación llamado
sociedad" (Luhmann, 1993: 15). Tomando estas ideas en
consideración, podemos decir que partimos de una perspectiva
que está a caballo entre los modelos psicosociales y
sistémicos de la comunicación
(5).
La sociedad y la cultura deben su existencia a
la comunicación. Es en la interacción comunicativa
entre las personas donde, preferentemente, se manifiesta la
cultura como principio organizador de la experiencia humana. En
este sentido, la vida social puede ser entendida como "organización de las
relaciones comunicativas establecidas en el seno de los
colectivos humanos y entre éstos y su entorno" (Moreno,
1988: 14). De alguna manera, este enfoque propone "imaginar el
tejido social como una trama de interacciones" (Galindo,
1997).
I.1. Hacia una teoría de la
comunicación
En poco más de cincuenta años, la
"teoría de la comunicación" ha tratado de ser
construida desde diferentes perspectivas. Desde el enfoque de una
teoría física, hasta los enfoques
críticos de la Escuela de Frankfurt, pasando por
una concepción social con base en la lengua o con base en la
antropología cognitiva,
una teoría psicológica con base en la percepción o en la
interacción, y todos aquellos estudios que ponen el acento
en los efectos sociales y psicológicos de su aplicación
institucional en el campo de la comunicación de masas
(6). Este panorama hace que la comunicación sea
considerada, junto con otros conceptos de las ciencias sociales, como son la
cultura y la identidad, un término
polisémico donde los haya. Y hace que la comunicología
sea una "muestra de las confusiones a que
puede llevar la desformalización cuando previamente no se ha
pasado por periodos e instancias de formalización" (Follari,
2000).
La comprensión de la comunicación como
telón de fondo de toda actividad humana se fundamenta en una
perspectiva de corte sistémico. La actividad humana se
constituye en social, y como tal, persigue o implica objetivos sociales. Como
reguladora de las relaciones humanas, la comunicación debe
entenderse, por lo tanto, como base de toda interacción
social. Y es más, plantear la comunicación desde el
punto de vista sistémico implica considerarla como un
conjunto de elementos en interacción donde toda
modificación de uno de ellos altera o afecta las relaciones
entre otros elementos (7). O visto desde otro ángulo,
el estudio de la comunicación desde un enfoque
sistémico parte de la necesidad de un análisis de carácter holístico
que ponga atención en el contexto
de la situación. En palabras de Mucchielli (1998: 42), "una
acción, una comunicación, es decir, una
interacción, si se analiza por sí misma carece de
sentido", por lo que un individuo y sus acciones "no se pueden
analizar más que en el sistema en el que se realizan". Desde
este enfoque la comunicología se puede definir como el
"estudio de la organización y
composición de la complejidad social en particular y la
complejidad cosmológica en general, desde la perspectiva
constructiva-analítica de los sistemas de información y
comunicación que las configuran" (Galindo,
2003).
La concepción de la actividad humana como
actividad social con objetivos sociales tiene sus orígenes
en las aportaciones de Talcott Parsons (1966) (8). El
autor pone énfasis en cómo la acción social no
consiste tan sólo en respuestas particulares ante
estímulos situacionales particulares, sino que el agente
envuelve la relación de un verdadero sistema de expectativas
relativas a la configuración social en que se encuentra. El
concepto de interacción social organizada parece ser el que
mejor define la relación social, que termina por fijarse
ritualmente en esquemas de conducta
social.
I.2. Interacción social e interacción
comunicativa
En términos generales, la interacción
puede ser entendida como la acción recíproca entre dos
o más agentes. Y yendo más allá, al margen de
quién o qué inicie el proceso de interacción, lo
que interesa destacar es que el resultado es siempre la
modificación de los estados de los participantes. No en
balde, el concepto de interacción social se ha erigido como
básico para las ciencias sociales y humanas, y ha permitido
un avance muy destacado en campos del conocimiento como la psicología social, entre otros. En este
marco, el término de interacción hace referencia, antes
que nada, a la emergencia de una nueva perspectiva
epistemológica, ya que los procesos de comunicación
entre seres humanos pasan a ocupar un lugar central para la
comprensión de los fenómenos sociales. Todo esto se
relaciona con la comprensión de la persona como un ser social, un
ser que sólo puede desarrollarse como ente de la sociedad a
través de la comunicación con sus
semejantes.
Inevitablemente, en el estudio de la
comunicación en el medio social, ésta se halla
relacionada con los conceptos de acción e interacción.
La acción social puede ser entendida desde la perspectiva
positiva de Émile Durkheim (1973) como el
conjunto de maneras de obrar, pensar y sentir, externas al
individuo y dotadas de un poder coercitivo, en cuya
virtud se imponen a él (9). O puede ser entendida
desde la perspectiva subjetivista de Max Weber (1977), en la medida
en que los sujetos de la acción humana vinculen a ella un
significado subjetivo, referido a la conducta propia y de los
otros, orientándose así cada una en su desarrollo. O
puede finalmente comprenderse a partir de la fusión de la óptica positiva y
subjetiva, que se integran en el concepto más holístico
de praxis social, desde la que
todo conocimiento humano individual, inserto en el conocimiento social,
está basado en las relaciones sociales de producción y
transformación de la realidad, que han sido fijadas por los
propios hombres en un proceso de desarrollo real y material de
las condiciones históricas dadas.
Los seres humanos establecen relaciones con los
demás por medio de interacciones que pueden calificarse como
procesos sociales (10). Así, la comunicación es
fundamental en toda relación social, es el mecanismo que
regula y que, al fin y al cabo, hace posible la interacción
entre las personas. Y con ella, la existencia de las redes de relaciones sociales que conforman
lo que denominamos sociedad. Esto equivale a decir que toda
interacción se fundamenta en una relación de
comunicación.
Cicourel (1979) toma la noción de "esquema
común de referencia" de Alfred Schutz (1974) para definir
toda situación de interacción social. Según el
autor, "a partir de los procesos interpretativos los actores
pueden comprender diferentes acciones comunicativas, reconocer
las significaciones y las estructuras subyacentes de las
acciones comunicativas, asociar las reglas normativas generales a
las escenas de interacción vividas por medio del
conocimiento socialmente distribuido, desglosar la
interacción en secuencias" (Cicourel, 1979: 13). Los
elementos simbólicos son los que nos permiten hablar de la
interacción social. Y dado que toda interacción social
se fundamenta en la comunicación, es pertinente hablar de
interacción comunicativa. Esta última la comprendemos
como un proceso de organización discursiva entre sujetos
que, mediante el lenguaje, actúan en un
proceso de constante afectación
recíproca.
En este marco de reflexión, debemos entender
a la comunicación como un modo de acción, esto es, como
un modo de interacción entre personas, grupos y colectivos sociales que
forman "comunidades". Así, las modalidades específicas
de la interacción se erigen como la trama constitutiva de lo
social. De ahí que se puedan usar como sinónimos los
términos de interacción comunicativa e interacción
social.
El enfoque sistémico nos ofrece un punto de
partida interesante para abordar el significado del concepto de
interacción, y su vinculación con los procesos de
comunicación interpersonal. Ya desde la Escuela de Palo Alto
se intentó dar cuenta de las situaciones globales de
interacción de las que participa el ser humano. Desde esta
perspectiva, la comunicación fue estudiada como proceso
permanente, no como situación estática susceptible de ser
capturada de forma fija. Los investigadores de la Escuela de Palo
Alto, procedentes de disciplinas como la antropología, la
matemática y la
psiquiatría, entre otras, fundamentaron sus aportaciones en
tres hipótesis previas: la
primera se refiere a que la esencia de la comunicación
reside en procesos de relación e interacción; la
segunda apunta a que todo comportamiento humano tiene un
valor comunicativo, por lo
cual es imposible no comunicar; y la tercera y última,
más concretada en el terreno de estudios psicológicos,
afirma que los trastornos psíquicos reflejan perturbaciones
de la comunicación (11). La principal aportación
de esta corriente de estudio es que "el concepto de
comunicación incluye todos los procesos a través de los
cuales la gente se influye mutuamente" (Bateson y Ruesch, 1984).
En este sentido, se rompe con la visión unidireccional de la
comunicación y se abren las posibilidades para comprender el
fenómeno desde una óptica circular, que sin duda alguna
puede contribuir a enriquecer el debate comunicativo y permite
relacionar la comunicación con otros aspectos de la cultura
y la sociedad.
Es también necesario hacer referencia a las
aportaciones de las Escuelas del Interaccionismo Simbólico
(12). Sus postulados fundamentales convergen en el
énfasis dado a la naturaleza simbólica de
la vida social. El análisis de la interacción entre el
actor y el mundo parte de una concepción de ambos elementos
como procesos dinámicos y no como estructuras
estáticas. Así entonces, se asigna una importancia
enorme a la capacidad del actor para interpretar el mundo social
y para actuar en él (13). Uno de los conceptos de
mayor importancia dentro de esta corriente fue el de self,
propuesto por George Herbert Mead (1959). En términos
generales, el self ("sí mismo") se refiere a la
capacidad de considerarse a uno mismo como objeto, y por tanto,
tiene la peculiar capacidad de ser tanto sujeto como objeto, y
presupone un proceso social: la comunicación entre los seres
humanos.
Por otra parte, de Erving Goffman (1959) se puede
retomar, sobre todo, su enfoque dramático de la vida
cotidiana, que permite comprender tanto el nivel macro
(institucional) como el nivel micro (percepciones, impresiones y
actuaciones de los individuos) y, por lo tanto, el de las
interacciones generadoras de la vida social. Uno de los elementos
más decisivos de la obra de Goffman (1979) fue su
conceptualización del "ritual", alejado de lo extraordinario
y comprendido como parte constitutiva de la vida diaria del ser
humano. Para el autor, la urdimbre de la vida cotidiana está
conformada por ritualizaciones que ordenan nuestros actos, por lo
que podemos ver a los rituales como manifestaciones de la cultura
encarnada, incorporada, interiorizada. Las personas actúan
tras una "máscara expresiva" -una "cara social", dice
Goffman (1979)-, que les ha sido prestada y atribuida por la
sociedad, y que les será retirada si no se comportan del
modo que resulte digno de ella (14). En este sentido, los
individuos actúan en la escena cambiante de la vida
cotidiana tratando de presentar en todo momento una imagen convincente y positiva de
sí mismos según la naturaleza de la escena presentada y
las expectativas de los interlocutores.
Lo dicho hasta el momento nos permite considerar a
la interacción como base de la comunicación, y
ésta, a su vez, como principio fundamental de existencia de
lo social. Siguiendo a Jesús Galindo (2001), "la
comunicación no sólo es una necesidad emergente, sino
un estilo de vida, una
cosmovisión, el corazón de la sociabilidad (…) La
comunicación es efecto de un contexto ecológico de
posibilidad, donde las diferencias se encuentran, pueden ponerse
en contacto y establecer una estrategia para vincularse
cooperando, coordinando, corepresentando". La comunicación
es, antes que nada, vínculo,
relación.
Desde la psicología social, la
interacción se ha abordado sobre todo con base a reflexiones
sobre la llamada comunicación interpersonal, término
que se contrapone a la comunicación mediada. Desde esta
perspectiva, la comunicación interpersonal siempre es de
doble dirección; su principal
configuración es el "cara a cara", la proximidad entre
emisores y receptores, o entre sujetos participantes en el
proceso de interacción. Pese a ser ésta la
dimensión básica de la comunicación interpersonal,
autores como Joan Costa (2000) hablan de otras dos dimensiones
más dentro de este tipo de comunicación. Por una parte,
estaría la comunicación interpersonal caracterizada por
la distancia física entre los sujetos: "Es una
intercomunicación lejana en la cual no hay cara a cara y el
contacto personal requiere
mediadores técnicos y sistemas interpuestos como el
teléfono, el correo
postal o electrónico" (Costa, 2000). En este sentido, el
autor asimila este tipo de comunicación interpersonal a lo
que en otros momentos se ha venido llamando únicamente
comunicación mediada. Por otra parte, estaría lo que el
autor denomina comunicación relacional, "que se extiende de
modo continuado -aunque necesariamente intermitente- en el
tiempo, y que por esto mismo
es diferente de las comunicaciones corrientes o
generales, que son más numerosas y puntuales, pero menos
implicantes porque no establecen nexos duraderos entre
personas" (Costa, 2000).
II. Caminos para
recuperar la interacción en los estudios de
comunicación
Las cuatro dimensiones de la comunicología
–expresión, difusión, interacción y
estructuración- se encuentran en condiciones muy desiguales
en cuanto a presencia campal, Ya se ha afirmado que es la
difusión la dimensión que mayor debate y
producción académica ha generado a lo largo de los
aproximadamente 60 años de existencia del campo
académico de la comunicación, iniciado en Estados Unidos y Europa y posteriormente
desarrollado en América Latina. El caso de
México se caracteriza por
esta misma tendencia al predominio de la difusión, "la
dimensión con mayúsculas en el movimiento mexicano hacia una
Comunicología posible" (Galindo, 2004).
Los medios de difusión masiva son, por tanto,
el núcleo temático básico del debate
comunicológico, el objeto de estudio primordial y
privilegiado por una disciplina que, a décadas de su
nacimiento, sigue luchando por construir su estatuto
disciplinario (15). Dicho de otra forma, "la controversia
sobre la especificidad de la ciencia, o de las ciencias,
que pueden y deben ocuparse de la comunicación sigue
todavía completamente abierta" (Rodríguez Bravo, 2001).
Y el punto clave está, así pues, en encontrar qué
es lo hace especial a la mirada comunicológica, qué la
hace diferente de otras miradas sobre los fenómenos
sociales. Algunos autores consideran que esta especificidad viene
marcada por mirar "la puesta en forma de la vida social en la
materialidad discursiva; los recursos a través de los
cuales los sentidos que estructuran la
vida social son articulados y puestos en forma" (Fasano et.al.,
2002). Dicho de otro modo, la mirada comunicológica es
particular en tanto se centra en ver los tejidos sociales a partir de los
sistemas de información y comunicación que los
constituyen.
La psicología social y la sociología
fenomenológica son las fuentes teóricas que
más han aportado a la comunicología,
específicamente en su dimensión de interacción. La
semio-lingüística
sería la fuente histórica fundamental de la
dimensión de la expresión, mientras que la
estructuración tiene como pilares básicos a los
enfoques de la sociología cultural y la economía política.
Este marco de análisis que toma como punto de partida a las
fuentes históricas de la comunicología como disciplina,
deja entrever nuevamente la necesidad de recuperar dichas fuentes
y de, yendo más allá, utilizarlas o aprovecharlas para
dotar de estatuto disciplinario a las denominadas ciencias de la
comunicación. La voluntad de consolidar la entidad de la
comunicología no debe confundirse con un afán de
negación de su nacimiento como campo de conocimiento
interdisciplinario. Sin embargo, la actual falta de
delimitación campal, la consideración ampliamente
aceptada de que las ciencias de la comunicación son, per
se, interdisciplinarias, no lleva a ninguna parte. La
revisión de la génesis del campo puede contribuir a la
reflexión en torno a la especificidad de la
mirada comunicológica, una mirada que, sin duda, ha estado marcada por la
distinción entre la dimensión profesional,
práctica, del campo de la comunicación, y su vertiente
teórica, conceptual, como campo de producción de
conocimientos.
En este punto, es imprescindible considerar el
papel de la Educación Superior,
entendida como el campo de producción y reproducción de saberes,
en este caso sobre la comunicación. En el contexto mexicano,
las licenciaturas en comunicación son cada vez más
numerosas; miles de estudiantes egresan anualmente de centros de
estudios sobre comunicación. Y en este panorama de auge y
consolidación de este campo de estudios, todavía no
está claro el plan curricular y los perfiles de
egreso, algo que sin duda tiene que ver con las dificultades que
sigue habiendo para delimitar disciplinariamente a la
comunicología. La dicotomía básica confronta, o
toma en cuenta, dos perfiles básicos: el comunicador y el
comunicólogo. El primero como hacedor, como profesional de
la comunicación en su sentido práctico o aplicado, como
actor de los medios de difusión masiva y de las
instituciones que producen y difunden productos comunicativos en
general (16); el segundo, quizás menos claro, como
investigador, como actor del campo académico dedicado a la
producción y reproducción de saberes específicos
sobre comunicación (17). El debate está abierto,
y la claridad es todavía muy escasa en los planes de estudio
de comunicación del país. En palabras de Fasano
(et.al.) (2002), "independientemente del matiz que cada academia
o cada graduado imprima a su formación, lo cierto es que
genéricamente su mirada [la del comunicólogo] se
entrena desde un lugar de cruce de gran parte de las ciencias
sociales y humanas".
¿Qué podemos hacer ante este panorama?
¿Cómo podemos pensar y repensar a la ciencia de la
comunicación? ¿Cómo debemos formar a los
profesionales de este campo del conocimiento? Quizás sea
aventurado afirmar rotundamente que la construcción de la
comunicología como ciencia es la única vía para
dar respuesta a estas interrogantes. Sin embargo, en la
actualidad parece ser, al menos, el vehículo más
consistente, puesto que genera debates a nivel teórico pero
con efectos en la práctica. Dicho de otra forma, la
construcción de una comunicología posible permite, por
un lado, discutir y dar a conocer la génesis y los
fundamentos de la disciplina, y por el otro, puede –o
así debiera ser- afectar a la construcción
académica y profesional de un campo que parece todavía
inmiscuido en un mar de dudas y lagunas conceptuales y
metodológicas. Ordenarlas, dotarlas de coherencia,
sistematizarlas, es el primer paso de esta aventura de
construcción campal.
Esta propuesta no goza, en la actualidad, de una
consolidación notable entre los pensadores de la
comunicación. Es más, en muchas ocasiones la batalla
por la construcción de una Comunicología autónoma
se considera perdida, superada o, en no menos casos, innecesaria.
En términos de Follari (2000), "no hay autonomía de
este campo disciplinar, pues su objeto no surge desde la
peculiaridad de constitución de un nuevo
campo teórico, sino desde la directa necesidad social de
explicarse un espacio concreto de funcionamiento de
ámbitos de lo real". Si bien, como ya se ha apuntado
anteriormente, la comunicología tiene un origen
interdisciplinar, consideramos necesario retomar el debate sobre
la necesidad de dotar a esta disciplina de objetos y enfoques
teóricos concretos, propios de ella, sobre todo por el
desarrollo del abundante cuerpo de conocimiento que se ha
generado desde sus instituciones. Y no menos importante es la
consideración de que la comunicología, finalmente,
implica una nueva perspectiva de pensamiento que no sólo
se concentra en la construcción teórica sino
también, aunque en estos momentos todavía es escaso su
desarrollo, en la construcción de metodologías
específicas (18).
III. Un breve apunte
sobre la Interacción en los nuevos ambientes
tecnológicos
Las líneas anteriores presentan una
exploración de corte teórico-conceptual en torno al
concepto de Interacción, fundamental para la
recuperación del significado original de la
comunicación. En la actualidad, con el auge de las nuevas tecnologías de
información y comunicación, vivimos una suerte de
revolución sociocultural que
permite la creación y consolidación de nuevas
modalidades de comunicación y, por tanto, de
interacción. Precisamente, este ámbito está siendo
uno de los más estudiados desde el campo académico de
la comunicación. También las ciencias de la educación
están aportando multitud de estudios al respecto, al
interesarse por las nuevas estrategias de enseñanza-aprendizaje que promueven las
nuevas tecnologías de información y
comunicación.
Existe, sin embargo, un discurso "anti-tecnología", mismo según el cual
los nuevos ambientes tecnológicos perjudican los
vínculos y las relaciones sociales. Sin ánimos de
considerar vacío tal debate, consideramos que esta
visión apocalíptica acerca de las nuevas
tecnologías de información y comunicación es un
discurso cerrado, "ciego" ante las nuevas posibilidades de
interacción que ofrecen estas nuevas plataformas de
comunicación. El caso de los jóvenes es, quizás,
el que más debate está generando. Existen muchas
afirmaciones que señalan las desventajas e inconvenientes de
que los jóvenes pasen varias horas al día conectados a
Internet. Ésta es una
práctica que no es ni buena ni mala en sí misma. La
reflexión debe situarse en el terreno del aumento de las
posibilidades de comunicación e interacción; los
jóvenes encuentran en las nuevas tecnologías de
información y comunicación una nueva forma de
establecer relaciones sociales con pares, con sujetos cercanos o
lejanos en el espacio, con quienes interactúan y llegan a
establecer vínculos más que duraderos. Si nuestra
óptica es optimista, debemos ser capaces de ver en estas
posibilidades la gestación de una nueva forma de
organización social y cultural.
Sin ánimos de considerar vacío e
innecesario el debate en torno a la dimensión de la
difusión, en este artículo se ha pretendido explorar la
presencia de la interacción en la comunicología.
Habiéndose detectado una débil presencia de esta
dimensión en la producción académica sobre
comunicación, se han ofrecido algunas rutas posibles para su
recuperación en la reflexión sobre
comunicación.
En la primera parte del texto se ha ubicado
conceptualmente a la interacción, comprendiéndola como
fundamento de las relaciones sociales y, por tanto, como materia prima de los procesos
de comunicación. Un segundo apunte ha tratado de explorar de
forma muy escueta el discurso en torno a las nuevas modalidades
de comunicación e interacción que ofrecen las nuevas
tecnologías de información y comunicación,
especialmente en el caso concreto de los
jóvenes.
Este artículo se considera un primer apunte
de lo que debería generar la discusión en torno a la
comunicología como ciencia con estatuto disciplinar
delimitado. Tomando como punto de partida la división de la
comunicología en cuatro dimensiones, sería conveniente
trabajar a profundidad las tres dimensiones restantes, así
como continuar el debate teórico en torno a las fuentes
históricas que han contribuido a la emergencia de un campo
de estudios como la comunicología, caracterizado por una
génesis interdisciplinaria, por una presencia cada vez
más fuerte en el campo de la educación superior en México, y
por seguir siendo, quizás paradójicamente, un
ámbito de conocimiento poco formalizado y consolidado
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[1] – Esta afirmación se contradice,
en alguna medida, con la definición del término
"comunicología" que el teórico y publicista Eulalio
Ferrer introdujo en 1992 en el Diccionario de la Real
Academia Española de la Lengua: "Ciencia interdisciplinaria
que estudia la comunicación en sus diferentes medios,
técnicas y
sistemas".
[2] – Esta clasificación tiene su
origen en las reflexiones y aportaciones del Dr. Jesús
Galindo Cáceres. Para mayor información, sus textos
pueden ser consultados en la página http://www.geocities.com/arewara/arewara
[3] – Siguiendo a Jesús Galindo
(2004), en orden de complejidad, la expresión se refiere a
la configuración de información; la difusión y la
interacción plantean la composición, organización
y desarrollo de sistemas de información y de sistemas de
comunicación, respectivamente; por último, la
estructuración hace referencia a la composición,
organización y desarrollo de ambos sistemas
simultáneamente.
[4] – En general pueden diferenciarse seis
acepciones al término de comunicación: la
transmisión de un estado o propiedad; un comportamiento de un ser
viviente que influye sobre otro; el intercambio de valores sociales; la
transmisión de información; el acto de compartir
significados; la formación de una unidad social teniendo en
común valores, modos de vida y reglas de actuación.
Estas acepciones se construyen sobre la base de la taxonomía de Luciano Gallino
(1995: 181-183).
[5] – Alex Mucchielli (1998) habla de
cuatro paradigmas fundamentales para
el estudio de la dimensión psicológica de la
comunicación. Uno de ellos es el paradigma de
relación-sistémico, que estudia las relaciones entre
individuos y que parte, fundamentalmente, de la primacía
otorgada a la interacción. La importancia dada a la
interacción constituye una de las principales aportaciones
de los trabajos de la Escuela de Palo Alto.
[6] – El enfoque físico lo encontramos
en la propuesta del proceso lineal de comunicación de
Shannon y Weaver, desarrollado en los años 40. Los enfoques
críticos, representados en los trabajos de Adorno y Horkheimer, entre
otros, tuvieron su máximo esplendor en la época de
entreguerras, mientras que los enfoques lingüísticos de
Saussure son próximos a la década de los 60. En esa
misma década triunfan las perspectivas de corte
sistémico, propuestas por los integrantes de la llamada
Escuela de Palo Alto, específicamente por Bateson (1972),
Watzlawick (1967) y Goffman (1969). Previamente a la emergencia
de todos estos enfoques, los años 30 se caracterizan por el
auge de los estudios de los efectos de los medios de
comunicación de masas, cuyos máximos representantes
fueron Lasswell, Lazarsfeld y Hovland, entre
otros.
[7] – En palabras de Marc y Picard (1992:
39), "la comunicación puede ser definida como un sistema
abierto de interacciones; esto significa que aquello que sucede
entre los interactuantes no se desenvuelve nunca en un encuentro
a solas cerrado, en un 'vacío social', sino que se inscribe
siempre en un contexto".
[8] – De hecho, Parsons (1966) concibe al
complejo de comunicaciones interpersonales como uno de los
elementos que conforman cualquier estructura comunitaria; para
el autor, las relaciones de interacción entre dos personas
están relacionadas en su aspecto físico, dos lugares
discernibles entre sí; pero la comunidad no se queda en este
mero intercambio físico o espacial, ya que la
comunicación siempre supone el poseer una cultura
común.
[9] – Para Durkheim (1973), por encima de
las representaciones privadas de los sujetos existe un mundo de
"nociones-tipo" que regula las ideas y que supera al propio
individuo. Así entonces, el individuo interactúa con
estos códigos para transformarlos y estructurarlos
según su interpretación
personal.
[10] – Según la tesis
interaccionista,
[1] – la construcción cognoscitiva del
sujeto se produce por la interacción con el medio ambiente, a través
de una relación de interdependencia o de bidireccionalidad
entre el sujeto cognoscente y el objeto
cognoscible.
[11] – Estas premisas forman parte de los
denominados "Axiomas de la comunicación". Para mayor
información, ver Watzlawick (et.al.)
(1971).
[12] – Fue Herbert Blumer quien, en 1938,
otorgó el nombre de Interaccionismo Simbólico a esta
corriente. Las escuelas que la integran se marcaron como
finalidad el estudio de los procesos de interacción social
en el entendido de que éstos tienen por sustancia el
intercambio comunicacional. En lo fundamental, el Interaccionismo
Simbólico postula que las definiciones de las relaciones
sociales son establecidas de forma interactiva por sus
participantes.
[13] – Los trabajos y reflexiones
realizados desde el Interaccionismo Simbólico parten de tres
consideraciones básicas: 1) Los humanos actúan respecto
de las cosas sobre la base de las significaciones que éstas
tienen para ellos; 2) La significación de estas cosas
deriva, o surge, de la interacción social que un individuo
tiene con los demás actores; y 3) Estas significaciones se
utilizan como un proceso de interpretación efectuado por la
persona en su relación con las cosas que encuentra, y se
modifican a través de dicho proceso.
[14] – Según la teoría de la
acción dramatúrgica, el actor suscita en su
público una determinada imagen o impresión de sí,
revelando su subjetividad de forma más o menos calculada con
miras a esa imagen que quiere dar. La acción
dramatúrgica está dirigida a un público que
desconoce las intenciones estratégicas y cree estar en una
acción orientada al entendimiento.
[15] – Esta consideración ha hecho que
varios autores propugnen la necesidad de buscar una
definición de comunicación que valga para todos. Al
respecto, Newman (1976: 91-101) afirma que es necesario buscar
"un significado para la comunicación, que permita a todas
las personas que tienen que ver con la comunicación,
independientemente de su formación, su área
profesional, o sus propósitos inmediatos, hablarse de manera
inteligible".
[16] – Como afirma Margarita Reyna (2003:
51), "ser profesional de la comunicación era ante todo
trabajar en los medios; lo que al menos ya permitía intentar
distinguir, aunque de manera borrosa, alguna destreza
técnica que diferenciara a este saber-hacer, pretendidamente
experto, de un saber ordinario".
[17] – Follari (2000) define a los
comunicadores como sujetos "que tendrán capital importancia en la
constitución de la opinión pública
futura, los constructores de los futuros sentidos comunes",
mientras que los comunicólogos son los "estudiosos de la
comunicación que también resultarán decisivos para
configurar una especie de sentido común de segundo orden
acerca de qué son los medios, qué influencia tienen y
-sobre todo- qué hacer con ellos y respecto de ellos". Pese
a que esta diferenciación apunta a dos perfiles claramente
distintos, podemos observar como nuevamente se apunta a los
medios de difusión como único objeto de estudio de las
ciencias de la comunicación. Esto se relaciona con la
afirmación de Jesús Galindo (2003) de que "quitando la
identidad corporativa de los medios de difusión todo lo
demás es una inmensidad de posibilidades de
orden".
[18] – En este sentido, Joan Costa (1999:
62) afirma que "la comunicología, que es el puente que
arranca de las ciencias de la comunicación, establece
metodologías y define sus aplicaciones a la gestión de
la comunicación". En este punto se encuentra definida la
dimensión más práctica o aplicada, de
intervención, que debiera caracterizar a la
comunicología. Es lo que Jesús Galindo (2003) propone
nombrar como Comunicometodología.
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Marta Rizo García